Lo importante.
Por: Juan Sebastián Fernández Gärtner.
Son individuos interesados por ciertos fenómenos; no son un colectivo. Tampoco una logia o una pandilla. Repito: son individuos interesados por ciertos fenómenos. Circunscriben su trabajo, sus acciones, dentro del nombre Unloquer, pero eso no es importante; tampoco lo es, definir cuándo surgieron o un interés principal que los hermane. Así, no es necesario – ni tampoco importante - hablar de una fecha de conformación o de un grupo conformado. Sin embargo, se podría hablar de unas ochenta personas implicadas, pero los integrantes no son fijos y enumerarlos o nombrarlos además de errático sería fútil. Es más importante – y enriquecedor - observar cómo se organizan alrededor de un problema y entender que si lo hacen, no es para solucionarlo sino para lograr un mejor entendimiento del mismo a partir de la acción. Surge entonces un intento de sumatoria, un llamado que alguno que otro integrante atiende, cada uno a su momento, y se logra establecer un interés en torno al cual gravitarán aquellas mentes durante quién sabe cuánto tiempo. Hay momentos de trabajo intenso que cada quien asume a su propio ritmo, muy conscientes de que en cada interacción, de que en cada acercamiento activo, hay una enorme posibilidad de aprendizaje. El individuo se da cuenta entonces que no hay intermediarios, que no siempre es fatal avanzar a oscuras, que en medio del desorden se aprende.
En algún momento, uno de ellos me sugirió la noción de bandada de pájaros, o de un enjambre para explicarme no su metodología sino su comportamiento. Esta metáfora me pareció sucinta, tal vez demasiado escueta, pero es, en efecto, bastante precisa: son un ágil grupo mutable cuyos miembros han venido definiendo espacios dónde compartir la curiosidad y divertirse exigiéndole a la propia inteligencia. Estos espacios son conceptos, problemáticas, obsesiones; no un lugar, ni una oficina, ni un taller, ni una casa cultural. Unos se reúnen los martes, otros los miércoles, otros los viernes, y hay quienes nunca lo hacen. Suelen moverse dentro de una democracia, pero esta tampoco es permanente: en algunos momentos es preciso que haya un dictador: el afán y la urgencia traen consigo la dictadura. Su método general es el interés; el interés contemplativo y a la vez activo: este nace en el individuo y luego, en un foro o vía mail, ese individuo lo comparte al indeterminado resto. En esta manifestación, a veces ocurre la magia del contagio: así se comprueba que era un coágulo, un abismo presente en otros. Aparecen después las categorías del léxico, las palabras, los intentos de clasificación: “esto es una problemática”, “esto, una solución”. Entre ambos términos, el error, eso que tanto necesitan, eso que tanto nos enseña cuando se le aprecia, cuando se le estudia, cuando se vuelve un interés en sí. La acción directa sobre ese asunto de interés devuelve la libertad a los individuos: o mejor, renueva la libertad de las personas. Es hacer en vez de comprar; activarse en vez de quejarse. No hay moralejas porque no se auguran buenos resultados – ni siquiera resultados – pero sí un desarrollo de la conducta desde el movimiento y la comprobación directa.